Asombra que no haya silueta humana detrás de los actos ciudadanos más felices, a pesar del poder inmenso que los desata precisamente, sin saber ellos cómo han llegado hasta aquí, gesticulando así o asá. La desaparición se dio finamente al alumbrar la ciudad, porque ella es la sombra ahora, detrás del más mínimo espasmo. Al ganar nombre ha perdido su imagen, y la persiguen, haciendo de esa fuga su añorada vida. Todos quieren participar de la luz inconclusa y su solo querer los incluye en la imagen. Pero se siguen moviendo como insectos oscuros, matando su previo paraíso, automáticamente y por todas partes, sin saber para quién trabajan ni por qué se les ha concedido la locura de corroer el interior del espacio. Y Nadie mueve hilos por detrás. Nadie Absolutamente. La ciudad por fin está sola, tramando la siguiente desaparición, en secreto. Ya la vi. Me lo dijo a gritos con muchas bocas, pero al oído, sentada en la estación, arreglándose las pestañas por si acaso. Su silencio asoma como e