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Una línea de sonido confluyendo en una canción desaliñada, música anterior que nos hace mover las manos cerrar los ojos emitir sonidos desaparecer y las cuatro cosas al mismo tiempo. Las cuatro cosas al mismo tiempo se llama la canción. Lo que se ve es el baile.

Al oído

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Se insinuó alrededor de algo –sin tocarlo– deliciosamente pueril: un pez relleno de hongos pardos. La vi pasar y no me miró. Pero se escuchó todo. Era una de esas voces quedas, pronunciadas por los seres que pasan sin hacer ruido (dejándose murmurar claramente), al conocer el estruendo del silencio que les ha tronado los huesos. Trajo consigo dos amigos que descubrían su idioma: uno en los ojos del otro, el otro en las conversaciones de uno con los que no se saben extranjeros. (Quien miraba los ojos aprendió a escuchar las voces para saberse extranjero, y todas le gritaban secretos al oído; sobre todo aquella que hablaba de los amigos sin tocarlo. Su apreciación de la timidez en los seres silenciosos cambió. Sonrió al recordar su ciudad y todos sus caminantes, cuchicheando a cada paso, en un reino obrado por el más sutil grito del mutismo.) Trajo finalmente un árbol y alguien abrazado a él, llorando sin saber su nombre, pidiendo ser trasladado a casa de un amigo locutor. (Fue llevado,

En el puerto

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Asombra que no haya silueta humana detrás de los actos ciudadanos más felices, a pesar del poder inmenso que los desata precisamente, sin saber ellos cómo han llegado hasta aquí, gesticulando así o asá. La desaparición se dio finamente al alumbrar la ciudad, porque ella es la sombra ahora, detrás del más mínimo espasmo. Al ganar nombre ha perdido su imagen, y la persiguen, haciendo de esa fuga su añorada vida. Todos quieren participar de la luz inconclusa y su solo querer los incluye en la imagen. Pero se siguen moviendo como insectos oscuros, matando su previo paraíso, automáticamente y por todas partes, sin saber para quién trabajan ni por qué se les ha concedido la locura de corroer el interior del espacio. Y Nadie mueve hilos por detrás. Nadie Absolutamente. La ciudad por fin está sola, tramando la siguiente desaparición, en secreto. Ya la vi. Me lo dijo a gritos con muchas bocas, pero al oído, sentada en la estación, arreglándose las pestañas por si acaso. Su silencio asoma como e