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Mostrando entradas de abril, 2011

El sentido

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–¿Cómo se siente? –Qué. –¿Cómo se siente usted? –No me siento. –¿Si…? –Sí. No me siento. –¿No se siente qué? –No se siente nada. –¿Cómo está usted? –Buena pregunta. –¿Por qué le parece buena? –Porque es difícil. –¿Cómo? –No sé cómo estoy. La cosa es que estoy, a pesar de que no me sienta. –Lo siento. –Gracias. Yo no lo siento. Pero no estoy muerto. –¿Qué no siente? –No siento nada. Sólo siento eso. –¿Cuál? –No sentir nada. –¿A usted no le importa nada? –Exacto. –¿Para qué vino aquí? –Pensé que usted podría ayudarme. –¿En qué? –En sentirme. –¿Sentirse qué? –Vivo. –¿Usted piensa que está muerto? –En realidad pienso que estoy vivo. –Pero se siente muerto… –Algo así. –¿Usted quiere que lo resucite? –Usted no puede hacer eso. Sólo quiero que me arregle un poco para que yo pueda resucitar por mi cuenta. –¿Cómo? –Con algún medicamento, receta, algo. –Ya lo revisé. Usted está sano. –No, no lo estoy. –Entonces tiene una enfermedad que yo no conozco. –Yo la conozco. Pero no sé si es enfermedad.

EL MONSTRUO (capítulo 9 de la novela "Aurificios")

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Tiene cara excesiva, una capa de plastilina sobre su rostro original. Se lleva bien con la putrefacción, el musgo y las casas abandonadas. Su ojo está encantado. No sabe que existe. Esta última es su característica principal; si lo supiera dejaría de ser monstruo y pasaría a ser el espectador de su propio cadáver. Se sentiría muerto no sólo porque el monstruo habría fallecido, sino porque desde entonces lo tendría siempre al lado y se acostumbraría a vivir con ese costal a cuestas haciéndole guiños en el espejo. El monstruo ríe, pero no se sabe bien de qué. La risa en él es como la de un loro, pero no por eso deja de ser un chiste. De hecho, los monstruos son lo más chistoso que hay en el mundo. Al no saber que existen se atreven a cualquier cosa. Te pueden saltar con algo brillante que —si bien ellos ni entienden— es obra del encanto llegado desde una hondura que sólo reconocerán el día de su muerte. Cuando un monstruo muere siempre hay alguien para verlo. Lo malo es que quien lo obse

El titiritero Marvin

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El titiritero Marvin, según la mayoría de sus asombrados seguidores, había llegado al tope de su habilidad, y le sería extremadamente difícil sobrepasar su último acto, donde farrea con un títere de escala humana. Marvin ni sospechaba esas opiniones y un fantástico desafío se le había plantado en la cabeza: montar un obra donde pareciese que el muñeco lo manejaba a él.