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Mostrando entradas de septiembre, 2013

ESCRITURA Y RELIGIÓN. En torno a las "Memorias de un enfermo de nervios" Parte I

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“Aparte del lenguaje humano usual existe un modo de lenguaje de los nervios , del cual un hombre sano por lo general no tiene conciencia.” Daniel Paul SCHREBER, Memorias de un enfermo de nervios Encuentros Como todo libro legendario, Memorias de un enfermo de nervios viene cargado con un tufo a misterio, como una broma progresivamente aterradora y oracular. Una vez que lo leemos resplandece una legítima inocencia que torna el texto en un absurdo –a la par que brutalmente cercano– testimonio de vida. El psicoanálisis es el que más luz y más sombra ha proyectado sobre esta leyenda. Para comenzar, es por obra de los padres del psicoanálisis que las Memorias siguen circulando; más precisamente, por un encuentro prodigioso entre Carl Jung y la primera edición del libro, supuestamente desaparecida antes de 1906. Esto se debe a que  poco después de la publicación de las  Memorias ,   la mayor parte de las copias fueron compradas por la familia de Schreber para luego ser incinerad

David Markson, la novela y la escritura fragmentaria

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David Markson (1927-2010) es uno de los escritores estadounidenses que más tela da para cortar en torno a aquello que podríamos llamar “el fin de la novela” o, mejor todavía, “el sueño órfico de un escritor sin literatura”. Parte de la generación de Don DeLillo y Philip Roth (aunque mayor que ellos), compañero de borracheras de Jack Kerouac y Dylan Thomas, Markson ha construido una obra hipnótica en un moderado silencio. Primeras invenciones Los dos primeros libros de Markson juegan a ser novela negra, relatando las aventuras de un detective que resuelve los vergonzosos casos de literatos locales. Después de tan divertida incursión en la intriga Markson escribe La balada de Dingus Magee , un anti-western que desconcertó al autor por su gran éxito, incluyendo una adaptación al cine en 1970: Dirty Dingus Magee , traducida al castellano como Duelo de pillos , y protagonizada por Frank Sinatra. De la película Markson dijo que era “horrible, quizás la peor que se haya hecho nunca”. D

La obra de la mirada. En torno a La tridestilación de la ventana, de Jaime Taborga

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Cada vez que disfruto de un poema, de una voz o de una constelación de imágenes surgida de un libro de poesía, tengo la sensación de que aquello que he leído se ha vuelto demasiado íntimo, demasiado privado, incluso alejado de la concepción que por primera vez le dio su autor. Es por eso que, cuando me planteo escribir sobre un poema en particular, tengo la sospecha de estar olvidando muchas cosas al mismo tiempo que recuerdo sólo una.   Si decido escribir sobre un texto es porque quiero prolongar el placer de su lectura, ampliar su círculo de relaciones. Por otra parte, la sensación de intimidad y lejanía que producen ciertas lecturas es obra de una silenciosa inquietud, una desazón ante una certeza que nunca termina de definirse: la consciencia de que la comunicación es un milagro . ¿Qué puede uno decir del milagro ? El milagro es esencialmente indecible, no puede explicarse; sólo se contempla, se mira y mira en silencio. No por nada la palabra milagro tiene su raíz latina en mi

Fantasmas e histeria

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                           Es inquietante cuando nos descubrimos haciendo una mueca (de terror, de asco, de amor) que nos hace sentir que, si durara más de la cuenta, podría llevarnos a la enajenación (al aislamiento, al repudio, a la violencia). Cuando, espontáneamente, gesticulamos algo que parece ajeno, a veces nos detenemos, relajamos los músculos del rostro y volvemos a la aparente inocencia de la neutralidad.             Esta capacidad neutralizadora nos salva de protagonizar escenas desenfrenadas o antisociales, pero, sobre todo, nos previene de un extravío mayor: la locura. Por otra parte, es ineludible fortalecer esta capacidad si es que trabajamos en un escenario, cualquiera que sea, desde el tradicional teatro hasta el set , el estrado, la tarima, la cancha y ¿la caja de un banco? Sí, hasta un cajero de banco debe histrionizar su cuerpo, no sólo para ser confiable, sino para no morir de aburrimiento. Es crucial dudar de algunos gestos “espontáneos” para poder asum