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Mostrando entradas de 2017

Introducción al juego de los retratos

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a Pedro Ramos, otro amigo recogido en agosto Vidas y muertes             En el último retrato de Vidas y muertes (Huayna Potosí, octubre de 1986), el pintoresco personaje Pedro L. Bustos — muy dado a meterse gratuitamente en honduras, de las que empero jamás acertaba a salir bien parado [175]— comparte un juego de su invención con Jaime Saenz: el juego de los retratos.             El juego consiste en buscar la imagen oculta en un retrato, la cual se revela en aquel que mira; mas no en aquel a quien se mira [176].             En el relato, Saenz —después de sobresaltarse frente a un retrato del propio señor Bustos— queda iniciado en el juego. Desde entonces estrecha su amistad con Bustos y los retratos comienzan a ocupar su tiempo. Tanto así que Jaime se ve en conflictos por descuidar sus obligaciones y andar todo el tiempo con el juego de los retratos.             Más adelante, la amistad con Bustos se va disolviendo a raíz de un comentario de este último sobre la f

Cantor, guitarrero y chupacaña

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A mediados de la década de 1960, mi abuelo Raúl Riveros Gonzáles, el Chupa, recibió en su casa de la calle Cuba a Eraclio Catalín Rodriguez Cereijo —cantor del chaco austral más conocido como Horacio Guarany. En aquel entonces, el presidente de Bolivia, Alfredo Ovando Candia, vivía en la calle Paraguay, a una cuadra de la casa del Chupa. El lector avezado se imaginará los meandros de la conversación entre el cantor chaqueño y el anfitrión paceño que llevaron al segundo a salir a la calle, caminar hacia la residencia de Ovando y convencer a los guardias presidenciales de ir un rato a guitarrear a su casa en vista de que Horacio Guarany quería conocerlos. Los soldados, vestidos con ponchos impermeables, fueron a la casa del Chupa y se quedaron allí aproximadamente una hora. Por suerte, nada alarmó al presidente. De lo contrario, no hubiesen faltado recelosos analistas que confundieran el candoroso entusiasmo del Chupa con un intrincado complot geopolítico.             Después d

La opacidad de lo extraordinario

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La mitografía de Calasso Roberto Calasso (Florencia, 1941) está convencido de que la mitología es una forma de conocimiento irremplazable y proteica. La información cifrada en la trama mitológica desbroza lagos de la memoria que se han mantenido inexplorados por lamentables malentendidos y apresurados sobreentendidos. «La literatura es mitografía», dice Calasso. Y el objetivo de la literatura es la reconstrucción de una memoria hecha pedazos por un antiguo desastre, insinúa.             Por ejemplo, en La ruina de Kasch (1983) Calasso parte de la leyenda de un reino africano (que se extinguió tratando de trascender un orden sacrificial) para explicar la política que emerge en el mundo de Napoleón y Talleyrand. Por otro lado, en Las bodas de Cadmo y Harmonia (1988), se enlazan gran parte de los mitos griegos a partir de una sola escena: la última vez que los dioses del Olimpo y los hombres se sentaron juntos a la mesa. En el primer libro vemos cómo una sociedad sacrificial precisa

Butes y las sirenas (entorno a un libro de Pascal Quignard)

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Es a partir de este desacuerdo entre latido cardíaco ( rythmos ) y canto pulmonado (melos) que algo intenta seguirse... (Pascal Quinard, Butes ,) La emergencia del canto             Aby Warburg (1866-1929), el más inquietante historiador de arte del siglo pasado, decía que cuando se reciben las ondas rítmicas de tiempos remotos, algo se desplaza en el conocimiento y aparecen nuevas regiones de la historia. El movimiento de esas ondas en el cuerpo del historiador desenfoca su visión de los orígenes y, por tanto, lo hace zapatear en un futuro que resulta ser un nuevo pasado bullente, un presente abismal en el que se camina a pedacitos.             Pero qué tiene que ver esto con las sirenas... El silencio de las sirenas             En ese iluminado detalle de laberinto titulado El silencio de las sirenas , Kafka dice que Ulises es un vanidoso que cree haber burlado a las sirenas poniéndose cera al oído y atándose a un mástil. Sin embargo, al enfatizar la belleza de las si