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Mostrando entradas de 2018

El jugo de la picana

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La picana es el plato más plural de Bolivia. No sólo aparece en todos los departamentos del país en formas muy diferentes, sino que incluso dentro de un barrio o de una calle es posible encontrarla en variantes inéditas. Y no hay caso de discutir sobre la autenticidad de tal o cual picana, porque la picana auténtica es la que se hace en casa. Si uno hace un tour de picanas en Noche Buena, basta con caminar un par de cuadras para encontrarla en sus más enigmáticas concepciones.             La inmensa variabilidad de la picana se debe a que muy rara vez se come fuera del círculo familiar. Su imagen, sus ingredientes y su sabor son compartidos en el pequeño marco de la mesa navideña. Diríamos, incluso, que cada familia es una picana aparte, y en ella se puede adivinar una historia genealógica. Hay quienes le ponen harto chancho y una tutuma de chicha. Otros prefieren costilla de res, dos pollos enteros y una copa de vino. También está la tía que añade pasas, nueces y na

Memoria del presente. La poesía de Fernando Rosso

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(Fotografía: Armando Urioste) Ni enigma ni alabanza             La poesía de Fernando Rosso Orozco (Sucre, 1945) es un presente. En su sencillez galopa quedamente un oficio. Sus poemas son de estribos templados; su obra, la forja de un aliento que emerge como brindis persistente en medio del rumor.             Aunque no tuve la oportunidad de conversar anchamente con el poeta, siempre vuelvo a sus libros y me regocijo escuchando las fabulosas historias que cuentan los amigos del Zeke Rosso. Es así que no me cuesta mucho imaginarlo partiendo una ulupica por la mitad para sacarle las pepas, celebrando la luna detrás de una ventana o mirando cómo las raíces de un roble levantan levemente su casa. Tanto que ver bajo la luz             La primera vez que se me presentó el nombre de Fernando Rosso Orozco era el año 2000. Como suele suceder con los hallazgos más memorables, hubo chiripazo.             Aquel día había ido a Irpavi a casa de una compañera,

Matices de Alasitas

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Iniciación alasítica             Cada habitante de La Paz ha sido iniciado alguna vez en el misterio de las Alasitas. Tal iniciación puede haberse celebrado el primer día en el que uno ha visitado la fiesta de las illas, el instante de fascinación ante un sombrerito diminuto, o la noche en que se percibió el extravagante resabio de las confituras alasíticas.             Sin embargo, las primeras veces rara vez son la iniciación alasítica como tal. En cambio, cada habitante guarda una historia de Alasitas que se le ha grabado en la testera: la adquisición de una miniatura clave en cierto momento de la vida, una charla inolvidable en pleno api-video, la miniatura que se hizo realidad a perfecto detalle; en fin, la proyección milagrosa del presente: el instante del vaivén entre la materialización de la ficción y la fabulación de la "realidad". Alasita personal             La primera anécdota personal que viene a la cabeza cuando cada quien piensa en Alasitas guard