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Seis libros predilectos leídos en 2021

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  1. Obra completa , René Zavaleta Mercado Los cuatro volúmenes de la obra completa de Zavaleta Mercado son ineludibles. De esta lista, será el único al que le dedicaré un párrafo. A los demás libros predilectos del año, los dejo solo con una cita. Zavaleta Mercado es nombrado aquí y allá, y muchas veces su pensamiento parece instrumentalizado por quien lo cita. Por eso, cabe darse el gusto de leer su obra completa, una obra que estimula con su complejidad e inspira con su llamarada. Zavaleta siempre toca los mismos nervios: la creación de una clase social auténtica, la burguesía como una no-clase, el minero como sinécdoque de la clase obrera, el eterno retorno de una estructura señorial en la historia política de Bolivia, etcétera. Difícil conversar sobre la actitud de los bolivianos y su historia sin haber leído a este autor siempre vigente y al mismo tiempo desgastado por el cúmulo de fuentes secundarias. Por otro lado, leer sus obras completas nos hace conocerlo como periodista –

Cinco libros predilectos leídos en 2020

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  5. La folie Baudelaire Roberto Calasso (426 pp.) El italiano Calasso parte de un sueño que Baudelaire cuenta en una carta de 1856 a su amigo Asselineau sobre un museo-prostíbulo en el que resalta una especie de Fanes monstruoso para pasearse por la imaginería francesa que va del siglo XIX al XX. Es así que vamos de Rimbaud a Valéry (pasando por Proust y Sainte-Beuve) y de Delacroix a Manet (mencionando a los múltiples pintores franceses de comienzos del siglo XX), quienes se nos revelan de pronto con otra luz. Aquí un fragmento sobre Degas, por ejemplo: «Cerca del fin del siglo, Degas observaba con creciente intolerancia la progresiva estetización de todo. Sentía que el mundo estaba por caer en manos de una tropa de decoradores de interiores. Idéntico en esto a Karl Krauss que, pocos años más tarde, habría de constatar que el mundo se dividía ya entre “quienes usan la urna como orinal y quienes usan el orinal como urna”. El aspecto que lo angustiaba era este: cuanto más ganaba en est

Leer la ciudad: vagabundeos sobre lo obvio

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Narrativa y ciudad Como lector, rara vez he intentado leer la ciudad en un libro. Y si lo he hecho, ha sido sin querer. Por ejemplo, recuerdo el tiempo en que leía El Loco de Arturo Borda en el Jardín Botánico de Miraflores, bajo el único árbol que había ingeniado una amplísima sombra. No sé si realmente habré leído la ciudad en las Divagaciones I del primer tomo. Sin embargo, cuando volvía del Jardín a mi casa, veía piedras, encuadres y buñuelos que yo estaba seguro de haber leído en El Loco . Pero eso era leer El loco en la ciudad, no la ciudad en El loco . ¿O la lectura también es un vaivén?             Por eso, para no complicar el asunto, cuando quiero leer la ciudad, mejor voy y paseo por sus calles. Solo que igual me sale el tiro por la culata; porque la ciudad no se acaba de leer ni así. Lo que uno lee es el encuentro de la ciudad con el matiz preciso de otra cosa; el encuentro de esa otra cosa en un rincón físico de la ciudad. La lectura no es un hilo que une ambas cosas, s

Fragmentarium órfico

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En una hojita entrepapelada –archivada por decenios en un cajón de un cuarto de una casa situada en una calle sin acera de San Pedro– resurgió en tres fragmentos una trama concentrada sobre el remoto Orfeo. Taipeados a máquina Olympia por Sergio Suárez Figueroa, aquellos extractos aparentaban una unidad espontánea e insoslayable, a la par que enfocaban la imagen que el autor de El tránsito infernal y el peregrino tenía del legendario Orfeo.             El primer apunte de aquella hojita –con una errata de rigor– resumía a cabalidad el descenso infernal del poeta tracio: «Orfeo busca en el reyno de Plutón a Eurídice, su perdida el alma» [sic]. La segunda anotación –doce veces más larga que la anterior y cuatro más que la siguiente– tejía una red histórica que se remontaba de Heródoto a los Brahamanes y concluía que los misterios órficos habían sido transmitidos en épocas anteriores a los caldeos y a los egipcios, siendo que la «ciencia oficial» colocaba a Orfeo 1.200 años antes de J

Presentación de la segunda edición de AURIFICIOS (18/06/2020)

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Presentan: Moira Bailey (desde México) María José Daona (desde Argentina) y el autor (desde Bolivia) Modera: Juan José de Giovaninni (Editorial E1)

Albert Caraco y el caos

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...en todas partes el futuro del orden será el caos, el orden ya no tiene sentido, no es más que una mecánica vacía... Albert Caraco Caraco             Albert Caraco (1919-1971) fue un escritor en lengua francesa de origen sefardí que nació en Estambul —ciudad donde se barajan Oriente y Occidente, y a la que él prefería llamar Constantinopla. Albert pasó su infancia entre París, Praga y Berlín, como hijo único de una pareja cuyo apellido cargaba una inalterable persecución.             Para rematar su carácter fugitivo, Albert, con veinte años —al inicio de la Segunda Guerra Mundial— cruzó el Atlántico para refugiarse junto a sus padres en Sudamérica. Habiendo pasado apenas por Honduras, la trinaria y rica familia Caraco llegó a vivir en Río de Janeiro y Buenos Aires, recalando finalmente en Montevideo —donde se nacionalizaron uruguayos.             En 1941, en Brasil, Caraco publicó su primer libro, compuesto por dos tragedias: Inés de Castro (basada en la historia de la

El regreso de Ramún Katari

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La puerta             El otro jueves me fui a pasear por Miraflores. No era cualquier jueves, sino el 4 de junio de 2015; es decir, un jueves de Corpus Christi, el día en que se celebra la comunión, y por eso mismo no caben ni el trabajo forzado ni las clases. Uno de esos entrañables feriados que transcurren en silencio, sin ofertas ni regalos ni demostraciones patéticas.             La cosa es que, después de salir de casa y apenas ganado el ritmo para una larga caminata, apareció una puerta que jamás había visto antes, una puerta alucinante que inundó mi memoria de ese día casi por completo.             Primero no la vi. Me pasé de largo porque iba a comprobar si un callejón de por ahí realmente era un callejón sin salida. Sí lo era. Entonces, al volver tras mis pasos, vi unos jeroglíficos a la derecha: líneas ondulatorias, flujos y texturas. Avancé un poco más... A la izquierda de los jeroglíficos vi imágenes, letras, fotografías... Era una especie de coll