EL EMBRIÓN EMBRUJADO

Juan Pablo Piñeiro

(Texto publicado en el suplemento “Ideas” del periódico Página Siete, La Paz, 19 de diciembre de 2010)

La primera vez que supe de Aurificios, la ópera prima de Alan Castro, todavía era un embrión y se llamaba Miraflores. Por lo tanto, tengo el derecho de actuar como esas señoras que huelen a saliva y naftalina, y atormentan a los niños diciéndoles que los conocen desde que estaban en la panza de su madre.

Bueno pues, yo conozco a este libro desde que estaba en la panza de su padre. En ese entonces radicábamos, junto a otros compañeros, en una casa embrujada en la ciudad de Cochabamba.
El motivo oficial para visitar en “gran comisión” la ciudad de las flores fue asistir a un curso de verano dictado por nuestra querida amiga Blanca Wiethüchter.

Sin embargo, una vez allá, descubrimos que la verdadera razón de nuestro viaje era otra: debíamos aprender a convivir con fantasmas y otras criaturas afines. Con tal motivo alquilamos entre todos una casa embrujada ubicada a unas cuadras de El Prado.

Debo admitir que los fantasmas se sorprendieron mucho con nuestra visita y se frustraron de entrada, y no porque no nos asustaban si no porque nos encantaba que nos asusten (seguramente eso les causó una profunda inseguridad).

Sin embargo, el Alan desarrolló un fuerte vínculo con todos esos personajes sobrenaturales, vínculo que se hacía manifiesto, por ejemplo, cuando era su turno de limpiar la casa y los espectros le ayudaban desinteresadamente, soplando la basura hacia el “alza-basurero”.
En otra ocasión lo encontré relateando cariñosamente con don Uber, uno de los espíritus que frecuentábamos más. Era una amistad conmovedora. Lamentablemente, por razones de fuerza mayor, no puedo brindar más detalles.

Lo que sí puedo decir es que Aurificios, para mí, es como esa casa embrujada. Es decir un espacio encantado, habitado por voces y seres de diferentes dimensiones, que tienen en común la misma obsesión: la búsqueda del oro primordial. Por lo mismo, estoy seguro que esta novela tendrá muchos lectores tanto en el mundo de los vivos como en el de los muertos.


Nota completa: www.paginasiete.bo

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